EXHIBICIÓN TEMPORAL
“GRÜTLY NORTE”
MALCON D’STEFANO 
The White Lodge en conjunto con la galería INTEMPERIE.
Chicas del pueblo
Seguir de cerca los movimientos de la obra de un artista es sumergirse en el viaje de su vida también. Hace diez años que acompaño, con la mirada, el cuerpo o los pensamientos, el trabajo de Toti D´Stefano.
Lo primero que me compartió, allá por el 2015, fue el registro de una acción en la que recorría un pueblo con un acoplado enganchado a su auto. Circulaba casi en soledad por las pocas manzanas de Grutly juntando objetos y materiales diversos con los que iba construyendo “una casita” sobre el trailer. Un poco como juego, y otro tanto como inquietud artística, allí se manifestó una bisagra en su ser y en su hacer.
Esta pequeña localidad del departamento Las Colonias, en la provincia de Santa Fe, fue testigo del nacimiento de su madre, de su posterior inserción en la vida laboral como maestra en una escuela primaria, y de la infancia y adolescencia de su hijo, quien años más tarde encontró allí una usina sensible de materialidades, recuerdos, historias y fantasías con las que modeló su identidad como artista.
Grutly norte es el título de la tercera exposición individual de Toti y último relato, a modo de precuela, de una historia que comenzó a desplegarse en Un rezo en cada palabra (2022) y en El pecado inocente (2023).
Cuenta el artista que los avatares vecinales hicieron de Grutly un terreno fértil para que germinen emplazamientos escultóricos como mensajes encriptados entre los habitantes. Cinco homenajes a las madres se alzan en distintos puntos: en la plaza, en la escuela, en la avenida principal, en la comisaría y hasta en una vereda. Madres solitarias con sus hijxs dispersas en esa infinita llanura gringa. En su primera obra instalativa Toti copió cada uno de estos bustos conmemorativos y los reunió en círculo, armó una ronda de madres acompañándose (otra ronda más de las madres), un gesto que después continuaría: el de generar agrupamientos colectivos con figuras femeninas solitarias.
El pueblo, la ruralidad, la madre, la maestra, la escuela, el horizonte, los homenajes, son evocaciones insoslayables en cada uno de sus trabajos y en esta muestra Toti se lanza al juego de imaginar quiénes fueron esas cinco mujeres estatuadas, hechas de cemento y piedra, cuando eran niñas.
En esta exposición podemos verlas montando de manera colectiva un caballo que corre furibundo en un sembradío de girasoles. Nenas con trenzas al viento que no siguen caminos y se sumergen juntas en la aventura rebelde de meterse campo adentro. Huida, fuga, ataque, paseo, quién sabe… pero sí podemos afirmar que son mujeres que decidieron ir juntas hacia algún destino. En otro dibujo aparecen las cinco, vestidas con guardapolvos, flameando al viento como banderas en el patio de una escuela rural, unas sostenidas del mástil y otras sujetas entre ellas para no salir volando y quedar así huérfanas de la madre patria.
También se presentan retratadas individualmente cargando con sus cuerpos escolares e infantes enormes animales de campo. Vacas, terneros, caballos u ovejas son soportados en sus espaldas mientras corren en una fuga despavorida, con el peso de esa ruralidad a cuestas, ayudadas por la fuerza motora de sus aliados perrunos.
Cintia Clara Romero
“Cuando la naturaleza se vuelve naturaleza productiva, bello solo puede ser un paisaje transformado por
la fuerza del trabajo”1
Malcon D’Stefano, o Toti a secas como preferimos llamarlo los amigos, ilustra con esta exposición un pequeño y sentido homenaje al pueblo de su infancia. Cuna de su educación
sentimental, germen de sus procedimientos estéticos e inspiración fundacional de su oficio de
“Cuando la naturaleza se vuelve naturaleza productiva, bello solo puede ser un paisaje transformado por
la fuerza del trabajo”1
copista, Grütly Norte es un paraje de la cuenca lechera santafesina olvidado por Dios, pero sobre todo por la política de liquidación final del trazado del ferrocarril durante el menemato. Algunos pocos pobladores y una fe sostenida en los lazos interfamiliares prometen su continuidad en el
tiempo, negando la presencia azuzadora de la noche y sembrando de vitalidad a esa llanura fantasmática e ingobernable que es la pampa argentina.
En forma de dibujos, tallas y una escultura central, Toti nos regala una canción sobre la memoria histórica de su comunidad, sus elementos constitutivos identitarios, la inmensidad de la línea del horizonte y, en especial, sobre sus instituciones rectoras. Un canto de advocación a un
cuerpo de mujeres que difuminan sus roles predeterminados para ser al mismo tiempo docentes, madres, compañeras y alumnas. Figuras que abrevan en superheroínas y que, según el relato del propio artista, ilustran en célebres estatuas no sólo las plazas de la zona sino también el patio de la escuela multinivel que da vida cívica al pueblo.
En los albores de la organización nacional bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, y ante el diseño programático de un estado que buscaba poblar con mano de obra barata el desierto productivo de nuestro suelo a través de fuertes oleadas migratorias, un conjunto de maestras venidas de Estados Unidos arribó a la Argentina bajo el paraguas de Sarmiento. El plan era simple pero efectivo: había que construir a la máxima velocidad posible un ejército de docentes que diagramaran un sistema educativo patrio. A esa labor vinieron las catedráticas foráneas. Bajo el
dominio estricto de la narrativa unitaria vencedora, edificaron un modelo pedagógico que ante todo instituyera un sentimiento de nación, una identidad transmisible interfamiliar que sirviera de educación de flujos. De la maestra a sus alumnos y de los hijos a sus padres analfabetos. Si en los papeles para la clase dirigente gobernar era poblar, la escuela funcionaba entonces como
la dependencia administrativa donde se aprehendía la patria, la unidad mínima y fundacional del civismo, una porción del gobierno en tu mano. La milicia patriótica y la estrategia de penetración del estado en el vasto territorio nacional se edificó al calor de las escuelas construidas en cada pueblo, bajo la supervisión y el trabajo amoroso y desinteresado de esas maestras pioneras, modelo normalizador que aún aglutina la enseñanza en nuestro país.
Más acá en el tiempo, Toti D’Stefano reivindica el rol protagónico que esas maestras-madres tienen en la construcción de ciudadanía y al mismo tiempo elabora una velada crítica sobre el precarizado andamiaje de recursos y estructuras que recae sobre sus espaldas. A su cargo están
no sólo las propias obligaciones cotidianas en sus hogares, sino la defensa de su instinto de supervivencia. Con mínimos ingresos, en relaciones asimétricas ante la opulencia de las ciudades, pero con la gratitud de su comunidad, esas mujeres reivindican un mandato de
protección de esa casa común que es la escuela en la vida rural ante la cómoda desidia del estado y de los privados ante el abandono de sus instituciones.
1 RODRIGUEZ, Fermín A. (2010). Un desierto para la nación. La escritura del vacío. Editorial Eterna
Cadencia. Buenos Aires. Pág. 164.
Por último, algo a destacar es el borramiento que el artista propone de los límites entre las
generaciones etarias de las retratadas y el hecho de propulsar la difuminación de roles añade
color a un decidido elogio al género. Al no haber rastro del paso del tiempo ni delimitaciones
precisas sobre que estrato ocupa cada una de esas mujeres anónimas en la configuración social,
lo celebrado no es determinado por su apariencia sino por el peso de su papel histórico. Un
merecido homenaje a quienes sostienen, a veces hasta con su propio cuerpo, la historia de su
pueblo y el porvenir de su memoria.
Joaquín Barrera
no tiene gravedad
pero es fundamental
de origen.
Tengo un problema
que es una pregunta
ha sido investigada
respondida con algunas hipótesis y muchas demasiadas certezas inapelables. Las refuto. Refuto las respuestas
que de tan ciertas
parecen dogma.
Tengo un problema
humano.
Como cuando en el aula pregunto por el arte.
Cuando formulo la pregunta por el arte y afirmo que es ciertamente un problema. Una pregunta que no podremos responder. Y sin embargo nos empeñamos en seguir haciéndola.
Es una pregunta, como la mía
ha sido investigada y
como la mía
respondida con algunas hipótesis y muchas demasiadas certezas inapelables. Las refuto. Refuto las respuestas
que de tan ciertas
parecen dogma.
Tengo un problema.
no tiene gravedad
pero es fundamental
de origen.
Hijo querido.
Tengo un problema
que es una pregunta.
Por vos y por mí.
No tiene gravedad.
Es una promesa.
De origen.
Hijo querido querido
hijo hijo querido
hijo hijo hijito.
Lia Demichelis
Grütly Norte y las niñas índigoDos salas pintadas color “hoja de cuaderno Rivadavia”.
En la primera, 3 dibujos en papel de molde maruflados presentan escenas de la vida de un pueblo de cuentos, mitad imaginado, mitad documental. (Grutly Norte es de hecho el pueblo de origen de Malcolm D’stefano)
En la primera de las tres piezas, El viento siempre sabe qué hacer con las cenizas, un grupo de niñas flamean junto a una bandera argentina, en un monocromo pleno azul producto del papel carbónico ìndigo. Sobre una hoja entelada, que por momentos da la sensación de parecer cuero, las niñas apenas se sostienen. La fuerza del viento se evidencia en el vuelo alto de sus trenzas y en sus caras de pavor.
En Cuento con niebla, la fuerza del viento sigue presente pero esta vez por la velocidad del caballo, las niñas y sus trenzas siguen viaje montando un equino al que solo le vemos la sombra. (Veo los dibujos de Toti y pienso en el texto de José Vasconcelos “Caballos, velocidad” donde cuenta como la primera gran aceleración de la civilización se pudo dar gracias y sobre el lomo de un caballo).
En Campana de palo un grupo equino sostienen una escuela para trasladarla, historia o mito que Toti creyó escuchar en su infancia, pero de la que solo hay rastros en su memoria. Los caballos sostienen la escuela y a la vez son sostenidos por las niñas, que se afirman sobre pilares de libros apoyados en pupitres escolares. El peso de la escuela y de su arquitectura descansan en el lomo de estos totems que están a punto de venirse abajo, pero que por alguna magia que no conocemos mantienen su frágil equilibrio.
En la sala siguiente las 5 niñas, una en cada cuadro de la serie Es tan largo el olvido, corren atadas a perros en sus pies, montando “a caballito” animales de granja. Huyen de un terror que no comprendemos pero que me recuerda bastante al miedo que sentimos al soñar mientras escapamos de un mal desconocido (la destreza motriz de correr con animales atados a pies y espalda se vuelve imposible fuera de un mundo onírico). Corren como huyendo de un destino que las devorará.
Mis lágrimas no evitaran las tuyas y Su hiel y su miel son dos retablos de madera y hueso que sostienen imágenes virginales. Un rostro de mujer llora mientras que las otras manos femeninas rezan. Las piezas están realizadas con materia orgánica encontrada y traída del suelo de Grutly Norte.
Por último, al final de la exposición, encontramos la pieza central. La escultura/estatua de la mamá/maestra, que como una loba romana escolar se alza en el jardín de la escuela del pueblo que vio nacer al artista. La figura es sustraída a través de un proceso de copiado por calco que se repite como modus operandi en todas las piezas presentadas. Lo que antes era piedra se transforma en papel moldeado. La mamá/maestra representa la enseñanza, el cuidado, la paciencia y la piedad femenina.
Es entonces, Grutly Norte, una crónica ficcional inspirada en un pueblo homónimo de 20 habitantes que mantiene en su horizonte de fondo el paisaje de una argentina profunda, territorio solitario habitado por fantasmas e historias desparramadas por el viento.
Georgina Valdez Cristofani
