EXHIBICIÓN TEMPORAL



“HAPPY HOUSE”



PABLO PEISINO



Lo blando es lo que no se quiebra

Como tampoco se quiebra la felicidad, ya que perdería su sustrato.
Sería un oxímiron, o como quien dice, una contradictio in terminis.
¿La felicidad es blanda?¿Cómo saberlo?
Pues tocándola. Pues bien, sí: un arte háptico. O sea, toda ganancia para el tacto.
Tocar los colores, sentir las formas.
¿Una obra suave? Eso tendríamos que revisarlo.
Demos contexto: Fatland, traducida habitualmente como Planilandia, -con un subtítulo que reza.
Una novela de muchas dimensiones- es un sorprendente experimento narrativo con lejanos aires de fábula, cuya publicación original data de 1884 y su autor tiene un nombre que parece extrapolado de una página de Alicia en el País de las Maravillas: Edwin Abbott Abbott (siendo su
seudónimo A Square: Cuadrado A).
Ya sabemos, lo plano es una condición. No solo táctil, tambien visual. Pablo Peisino parece contestarle, en pleno diálogo intergeneracional (delay mediante): “lo blando también es una condición; pero muchísimo más sensual”.
Algo similar sucede en Happy House (atiéndase: escribí EN, no CON).
Cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos dentro. Y no es una sensación: es otra constatación.
Descartemos la sinestecia: nadie está confundido en esta aventura. No hay revoltijo de sentidos, sino una deliciosa planicación. Algún despistado podría sugerir la serendípica maldición de una suerte de Rey Midas de las telas: todo lo que toca, en género lo convierte. Pero no.
Veámoslo de esta otra forma: hay quien dice haber visto al mismísimo William Burroughs realizando algunos de sus cut-up con moldes contemporáneos a aquellos de revistas como Burda o Temporada. ¿Y quién podría discutirle el magisterio táctico al autor de The Soft Machine? ¿O no
fue él quien, citando a Brion Gysin dejó en claro: la escritura lleva 50 años de retraso con respecto a la escritura? Si recuerdan, lo justicaba así: “el pintor puede tocar y manipular sus materiales y el escritor no.(...) Estas técnicas pueden mostrar al escritor lo que las palabras son y ponerlo en comunicación táctil con sus materiales”. Burroughs utiliza una atractiva paráfrasis asertiva y antiescópica: “se mira y se toca”. En tiempo de multiavasallamiento digital, mientras llevamos pantallas en los bolsillos ¿qué más sexy que un avance hacia otras condiciones sensoriales de la blanditud?
¿O acaso, bombardeados con tanto píxel abstracto, adolescentes y adultos no necesitamos de novísimos objetos transicionales que nos propongan una tregua a tanta ansiedad? Un conjunto de texturas suaves, y esa conexión emocional que crean, activan sensaciones tan
cercanas a un abrazo que actúa sobre el incremento de la imaginación emocional y la autoestima. ¿no?
Pues bien, nuestro artista viene extendiendo la blanditud en un inventario, no sólo disponiendo su eje en una biblioteca autobiográca -Bukowski, Artaud, Bolaño, Kerouac, Philip Dick, Hunter Thompson, Borges, Poe, Henry Miller, Anaïs Nin, Rosario Bléfari, Tim Burton, Verne, Houellebecq,
Pizarnik, Kafka y el eterno ubicuo William Lee alias Burroughs- sino que expande su mundo-hogar
en múltiples direcciones, no carente de detalles inquietantes: tortas de cumpleaños, cuchillas, cafeteras y posillos, cactus de todo tipo, un reloj cucú que jubila al de Carlos Paz, plantas y calaveras, radiograbadoras y cassettes, bombas molotov, sartenes y huevos, sillas, sifones, regaderas, llaveros, almanaques y un check list que bien podrían ser versos de William Carlos Williams, Darío Cantón o Ricardo Carreira. Tomen nota.
Y todo esto al resguardo de la más emblemática de las construcciones; una obra denitiva:

THE SOFT MULTI-COLORED LITTLE HOUSE

Pero ¿qué es Happy House? ¿Sólo la casa? ¿La casa y todo lo que contiene?
No hace falta googlear para darse cuenta que Happy House alude al Universo: nos encontramos con centenares de objetos y proyectos registrados o anotados bajo estas dos palabras. No podía ser menos. Una casa que es todas las casas. Aquellas, éstas y todas las que vendrán. Incluso las
que no. Pero no sólo. Hete aquí uno de los secretos mejor guardados (una llave maestra de dos extremos): si hubo inspiración, se debe a las dos semillas mágicas colaboración determinante entre el artista y su retoño-. Primero: la tan impactante Don't Hug Me I'm Scared, serie surrealista británica concebida por Becky Sloan, Joe Pelling y Baker Terry (seis episodios entre el 2011 y el 2016), que cuenta las andanzas de Yellow Guy, Duck y Red Guy -una suerte de Plaza Sésamo con ideas y guión de Hannibal Lecter-; y (segundo) el gran single Happy House, de Siouxie and The Banshees, editado en su álbum Kaleidocope, de 1980, cuya estrofa conclusiva dice así:

Esta es la casa feliz
Somos felices aquí, en la casa feliz
Para olvidarnos
y ngir que todo está bien
y no hay inerno


Feliz primavera.
Como supo declamar Charles Mason:

Mírame y verás a un tonto,
mírame y verás a un dios,
mírame jamente y te verás a ti mismo

Sean muy bienvenidos a Happy House

Rafael Cippolini, octubre 2025